La Semana Santa se centraba en la
Iglesia. En las casas Jueves Santo y Viernes Santo, las madres cocinaban el
potaje de garbanzos con romanzas y bacalao, la tortilla de patata y las
natillas para la comida del mediodía, rompiendo con el acostumbrado plato único
y haciendo bueno el refrán que dice: ¨tres días hay en el año que se llena bien
la panza; Jueves Santo, Viernes Santo y el día de la matanza¨. Para evitar que
en algún hogar no se dispusiera de los ingredientes necesarios ingredientes
para la preparación de la tradicional comida eran costumbre los regalos mutuos
entre vecinos y familiares de los productos que se tenían. Los huevos, el
aceite, la leche, los garbanzos y las patatas circulaban como presentes entre los
hogares.
El Jueves Santo las campanas enmudecían,
anunciándose los actos religiosos por el toque de la matraca. El oficio de tinieblas,
la misa del Jueves Santo con el lavatorio de los pies a doce hombres, a quienes
se entrega un pan, la vela al Santísimo por las mujeres y por los hermanos de
las Cofradías de La Cruz y el Señor, el sermón de las siete palabras, lo
Oficios de la tarde de Viernes Santo con la larga lectura, en latín, de la
Pasión, las procesiones de la Dolorosa y el Nazareno, hasta la Casa de Dios y
el Vía-Crucis eran ceremonias a las que asistía la mayoría del pueblo; sin
olvidar la recogida de romero utilizado para adornar el Altar, que se quemaba
despacio en la lumbre para que su humo ahuyentara las tormentas.
A la Misa de Gloria de la noche
del Sábado Santo sucedía la procesión del Domingo de Resurrección, y así
acababan los actos religiosos.
Romero de Jueves Santo
La víspera de Jueves Santo algunos hermanos de la
cofradía de los Santos iban a por dos o tres cargas de romero, para traerlo a
la iglesia y después de hecho el Monumento se ponía de alfombra. El Viernes al
quitar el Santísimo dos hermanos de la cofradía lo repartían a la gente que lo
conservaba en su casa para quemar un trozo en la lumbre los días de tormenta,
así se prevenían de los rayos alejándola.
El Agua Bendita
Cuando el Jueves Santo se quitaba el agua bendita de
las pilas de la Iglesia el Sábado la recogía la gente echándola en pilas
pequeñas junto a la cabecera de sus camas y usándola para santiguarse y echarla
por la casa.
Día del bollo
El domingo de Pascua la mocedad y
los niños pasaban la tarde en los alrededores de la ermita de la Concepción y
en la Era de la Mocara, dispersos por el campo comiendo cada uno el bollo que
había llevado de casa jugando a la rana y otros juegos tradicionales. Los niños
acudían luego al pozo de la Trasoná, esperando que algún mayor le sacara agua
con un cubo para poder saciar la sed producida por el bollo y las carreras que
hacían entre ellos. Volvían al pueblo para ir al baile.
La Verea
El lunes era el día de la Verea. En familia o con amigos, en
las primeras horas del día a lomos de caballos o burros, adornados con bonitas
mantas se iban al campo, siempre donde
hubiera agua, a pasar el día disfrutando de la naturaleza
y degustando los alimentos que llevaban en las alforjas. Tendían las mantas en
la hierba o a la sombra de un buen roble o encina, dando buena cuenta de las
viandas que llevaban, torreznos, solomillos, lomos de la matanza destinados a
partirse ese día. Un paseo por el campo o la práctica de algún juego eran los
complementos del día, hasta que a media tarde regresaban a sus hogares.
Día del huevo
Con el martes de la Pascua, o día
del huevo terminaban estas fiestas. El
paseo o el baile eran las diversiones de la mocedad en este último día. A los
niños se les llevaba al paseo y como
merendilla se les daba huevos cocidos decorados previamente con aceite, hojas
de lirio y piel de cebolla.
El domingo de Cuasimodo
Era el domingo siguiente a la Semana Santa. Con las viandas
que habían sobrado de los demás días, se volvía a salir al campo a darles
acabo, de ahí el dicho: “el domingo de cuasimodo nos lo comimos todo”
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